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casi omnipotencia, y la gran utilidad de su instituto en casos de gran apuro. Siquiera no sean creíbles la mayor parte de ellas, y tengan más de novela que de realidad, conviene insertar algunas, por vía de muestra y para formar juicio.

El primero que sacan á la vergüenza es el general Castaños. No le tengo por ningun santo: dudo que fuese trancmason, aunque tampoco lo extrañaría; pero no creo absolutamente la ridícula conseja que, con un candor que raya en estupidez , narra el almacen de mentiras de John Truth (1). «El general Castaños, en uno de los reconocimientos verificados antes de dar la batalla de Albuera, fué sorprendido por un destacamento francés, y salvó la vida, ó por lo menos se libró de ser prisionero, gracias á su cualidad de mason. Llevaba Castaños en aquel momento las insignias de coronel (2). Ya los fusiles franceses apuntaban contra su pecho (3), cuando el general tuvo la serenidad suficiente para levantar las manos y gritar en francés: Deteneos ante un coronel español (4). El oficial que mandaba el destacamento de tropas francesas se interpone inmediatamente entre sus soldados y los oficiales españoles. Castaños había hecho, al extender las manos, el signo de destreza (5). Se comprende que por la insinuación masónica le pordonarán la vida; pero no que fueran tan rumbones que por ese motivo dejasen de hacer prisioneros á él y á los demás oficiales que prestaban ese servicio de descubierta, el cual en ningun ejercito es propio de generales en jefe, ni aun vestidos de coroneles. Me parece todo ello una solemne paparrucha.

Otro segundo caso del género mirobolante refiere el periódico masónico Latomia (6), que tiene todos los visos de ser uno de esos cuentecitos fantástico-masónicos, á que tan aficionados son los franceses.

«Cuando en el año de 1808, dice el hermano Marnier, pasó el primer cuerpo del ejército el Tajo, cerca de Almaráz, bajo el mando del mariscal duque de Bellune, mandaba yo una compañía de cazadores del 24 de línea, que formaba la vanguardia. Entre los habitantes de la otra parte del rio, á quienes me dirigí con el fin de adquirir noticias, llamó sobre todo mi atención un hombre de cara hermosa y colosal estatura. Su traje de muletero contrastaba singular-

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(1) Pág. 80 de su malhadado engendro titulado La Francmasonería.

(2) ¿Y a qué conduce el que vistiera de coronel o de capitan? ¿Le habian de respetar más por eso?

(3) Despacio iban, cuando dieron lugar á tanto.

(4) ¡Estupenda salida! ¿Pues que buscaban los franceses más que matar coroneles españoles?

(5) Primera destreza de Julio Truth. Precisamente el signo detresse.

(6) Latomia, primera parte, pag. 327, segun la cita de Gyr, pág. 170 de la version española.