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donando despues á su marido y huyendo en pos del impostor. Marco usaba tambien de la fantasmagoría y de varias ceremonias alegóricas, como los franemasones. Al tiempo de la iniciacion ponia á los adeptos un yelmo homérico, con el cual pretendia ponerlos á cubierto de las pesquisas de la autoridad y hacerlos invisibles, segun él decía.

En otra cosa más importante coincidían los priscilianistas con los modernos franemasones, y era en la obligacion de guardar el secreto más impenetrable acerca de sus reuniones y misterios, aunque para ello fuese necesario incurrir en el perjurio.


Jura, perjura, secretum prodere noli


Sus teorías místicas acerca del orígen del bien y del mal, representados por Osíris y Tifon, el culto de la naturaleza y de la propagacion, representadas por la diosa Isís, la explicacion simbólica y estrafalaria de los fenómenos solares, para expresar algunas vulgaridades acerca del saber y la ilustracion, verdades triviales que se ocurren á cualquiera, y otras varias ideas caprichosas, que los maniqueos tomaron de los persas y los egipcios, y éstos á su vez de la seudo-filosofía indiana, las repite la franemasonería con pueril y grotesco respeto.

La muerte ignominiosa de Prisciliano, de Eucrocia su manceba, Latroniano y otros vários priscilianistas, decapitados en Tréveris por órden del Emperador, no puso fin á la secta; á pesar de que la pena capital se les impuso, no solamente por los errores religiosos, sino aún más por su inmoralidad, sediciones y otros delitos[1]. Los cadáveres de Prisciliano y sus cómplices fueron traídos á España por fanáticos sectarios, que le aclamaban santo, y que, á pesar de su obscenidad y lascivia, juraban por su nombre[2].

La secta continuó propagándose á pesar de los esfuerzos de sabios y virtuosos Prelados de las autoridades imperiales y de los embates rabiosos de los itacianos, que, llevados de falso y amargo celo, dieron ya entónces un funesto ejemplo de les extremos á que pueden conducir la exageracion y el fanatismo. Aquellos ultra-católicos, tipo de exageración violenta, llevada hasta la efusion de sangre y el odio implacable, fueron anatematizados por los Obispos católicos


  1. Gausam profecto Evodin permisit, piro deri et severo: qui Prisclutanum gemino judicto auditum convictiongue matericit, nec diftentem obscents se studisse doctrinis, nocturnos etiam tuerptum foeminarun egisse conventus, audumque orare solitum... (Salpicio Severo).
  2. Caterum, Priscilitana occisso, non solum non repressa est hæresis, que illo auctore proruparat, sed confirmata lattus propugala est... Quin et jurare per Priscillianum sumina religio putabatur. (Idem).