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para supeditar al Catolicismo, realista en política hasta el absolutismo rabioso, y, por fin, hipócrita en todo, á fin de engañar al Rey, cosa no difícil. Así que no es de extrañar que á la muerte del Papa Pio VI se diese el cismático decreto de 5 de Setiembre de 1799, mandando á los Obispos que usasen de la plenitud de sus derechos; decreto abortado por el volterianismo, el jansenismo y la francmasonería, que seguían dominando en la córte y hasta en la Inquisición. Pero aun fué peor que aquel decreto la adhesion que le prestó una gran parte del Episcopado español, horriblemente contaminado por el jansenismo (1). Llorente recopiló todos estos documentos, abiertamente jansenistas, en su llamada Coleccion diplomática.

¡Qué tal estaria entónces la Iglesia de España, cuando la tercera parte del Episcopado español faltó á sus deberes, o bien elogiando y apoyando una real órden, que luego condenó como cismática el Papa Pio VII, ó bien callando con criminal silencio! Pero ¿que habia de suceder, si el arzobispo de Burgos, inquisidor general de España, fué el primero que apoyó aquellas cismáticas y anticatólicas medidas, llevando su adulacion y desfachatez hasta el punto de llamarlas sábias y prudentes reglas? Nécios anduvieron Urquijo y el astuto marqués de Caballero, que lo manejaba á su antojo, en proponer entónces la extincion del Santo Oficio. ¿No era mucho mejor tener al frente de él un jansenista manifiesto (2)?

La inesperada elevacion de Pio VII al Pontificado desconcertó toda aquella artimaña de los pretendidos filósofos y jansenistas, con sus puntas de francmasones. El Papa se quejó á Carlos IV por conducto del Nuncio, al cual lograran desterrar aquéllos. El Rey consultó á Godoy, y éste le descubrió la bellaquería con que le habian engañado. El mismo Godoy lo refiere en sus Memorias, y hace una pintura algo picante de las arterías y malas mañas del salamanquino marqués de Caballero y de la petulancia del jovencito Urquijo, hechura del conde de Aranda (3). Carlos IV, conociendo que habían jugado con él, echó á pique aquel minis-

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(I) Véase sobre esto el art 5.° de la primera parte de los apéndices á mi Historia eclesiastica de España, tomo IV, pag 91 y siguientes. Se me ha echado en cara haber hecho estas tristes revelaciones, sin tener en cuenta que Llorente coleccionó las Pastorales de los Prelados.

(2) Las descripciones que hace el principe de la Paz sus Memorias del ladino Caballero y del petulante Urquijo, son muy causaticas.

(3) Como estos buenos señores pasan por modelos de probidad, ilustracion y liberalismo, no quiero defraudarar a los lectores de estos apuntes de la noticia curiosa acerca de la superchería que hicieron, mutilando todas nuestras antiguas leyes politicas.

El marqués de Caballero ha sido siempre idolatrado por los liberales y la francinasoneria. Por tanto, esas falsificaciones no pueden cargarse en cuenta á los realistas.