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Historia

CAPÍTULO XXXIII.


Ya dijimos en el cap. 19, como el siervo de Dios, padre fray Pedro de Córdoba, que trujo la órden de Sancto Domingo primariamente á esta isla, fué á Castilla, y lo que allá hizo, y el crédito que el Rey católico le dió, y en la veneracion en que lo tuvo, y como, viendo que la perdicion de los indios creciendo iba por la ceguedad de los que aconsejaban al Rey, letrados, teólogos y juristas, y conociendo juntamente, que donde hobiese españoles no era posible haber predicacion, doctrina, ni conversion de los indios, suplicó al Rey que le diese licencia para se ir con cierta compañía de religiosos de su Órden, á tierra firme, la de Paria, y por allí abajo, donde españoles no tractaban ni habia, y el Rey, como católico, se holgó mucho dello y le mandó proveer de todo lo necesario para su viaje y estada en tierra firme á sus oficiales desta isla; conviene agora tractar de cómo tornó el venerable Padre con sus provisiones á esta isla, y cómo puso por obra su pasada á tierra firme. Presentadas las provisiones Reales á los oficiales del Rey, luégo las obedecieron, y, cuanto al cumplimiento, se ofrecieron de buena voluntad, cada y cuando que quisiese, á complillas, y entretanto que se aparejaba, despachó él todos los religiosos que habian de ir, los bastimentos y aparejos para edificar la casa, y todo lo demas que habian de llevar, y dónde y cómo habian de poblar; deliberó el siervo de Dios de enviar primero tres religiosos á tierra firme, como verdaderos Apóstoles, para que, solos entre los indios