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de las Indias.

especialmente Narvaez y el Padre; mostráronles todos muchas señales de paz y amistad, y enviáronse luégo á sus casas vacías, que estaban junto, que las poblasen, empero, Adrianico y su hermano, que parecia un ángel, quedáronse con la familia del Padre, y con el viejo Camacho, que la gobernaba, cuyo regocijo y alegría fué más que de otros grande. Venidos éstos á su pueblo y casas, luégo se sonó por la provincia como los cristianos no les hacian ya mal, y que se holgaban, que se tornasen todos á poblar, y así lo hicieron, todo perdido el miedo que con tan urgente causa habian cobrado; pero, ¿para qué fin, si pensais, los españoles, de que se viniesen á poblar, todos se regocijaban, y el Padre clérigo, para qué en traellos y asegurallos tanto trabajaba? cierto, no para otro, al cabo, sino para que, poco á poco, en las minas y en los trabajos los matasen, como finalmente los mataron; puesto que aqueste fin no pretendia el Padre, y los españoles no pretendian directamente matallos, sino servirse dellos como de animales, posponiendo la salud corporal y espiritual de los indios á sus intereses, cudicias y ganancias, á lo cual seguírseles la muerte, no era dubitable sino necesario.