les Reyes le dieron y todo lo demas, se ordenaba y habia de ordenar y enderezar, como medios convenientes, segun arriba en el cap. 93 digimos. Si este fin D. Hernando cognosciera, y penetrara la justicia y derecho que los indios á defenderse á sí é á su patria tenian, mayormente experimentando tantos males é injusticias cada dia, de nueva y extraña gente á quien nunca ofendieron, ántes quien muchas y buenas obras les debia, y la poca ó ninguna que los cristianos pudieron tener para entrar por sus tierras y reinos por aquella vía, ciertamente, mejor mirara y ponderara lo que en este paso habia de decir, y así, callara lo que incautamente para loa del Almirante dijo, conviene á saber: «Que dieron los caballos por una parte y los lebreles por otra, y todos, siguiendo y matando, hicieron tal estrago, que en breve fué Dios servido tuviesen los nuestros tal victoria, que, siendo muchos muertos y otros presos y destruidos, etc.» Cierto, no fué Dios servido de tan execrable injusticia.
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