altas; los caminos, muy anchos y buenos; los aires eran como por Abril, en Castilla; cantaban el ruiseñor y otros pajaritos como en el dicho mes en España; las noches, cantaban algunos pajaritos suavemente, que, diz que, era la mayor dulzura del mundo; los grillos y ranas se oian muchos de noche; los pescados como en España. Vieron muchos almástigos, lignaloe, y algodonales; oro no hallaron, y no es maravilla que en tan poco tiempo no se halle. Todo esto dice el Almirante. Debe aquí el lector considerar la disposicion natural y buenas calidades de que Dios dotó á estas gentes, cuán aparejadas estaban por natura para ser doctrinadas é imbuidas en las cosas de la fe y religion cristiana, y en todas virtuosas costumbres, si hobieran sido tractadas y atraidas virtuosa y cristianamente; y qué tierras estas tan felices, que nos puso la Divina providencia en las manos para pagarnos, aún en esta vida, sin lo que habiamos de esperar en la otra, los trabajos y cuidados que en atraerlas á Cristo tuviéramos. Temo que no merecimos ni fuimos dignos, por lo que Dios cognosció que habiamos de ofenderle, de tan sublimes y no comparables á otros ningunos bienes. Tomó aquí el Almirante experiencia de qué horas era el dia y la noche, y halló que, de sol á sol, habian pasado veinte ampolletas de á media hora cada una, que son los relojes de arena que sabemos, y así parece que de sol á sol habia en el dia diez horas; puesto que dice poder allí haber algun defecto, porque los marineros, ó se olvidan de volverlas cuando han pasado, ó ellas se azolvan y no pasan por algun rato. Y bien creo yo, que, por aquel tiempo, hay en el dia en esta isla once horas y algo más, que viene á la cuenta quel Almirante dice.
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