CAPÍTULO XLV.
Vuelto al rio y puerto de Mares con los navíos el miércoles, 30 de Octubre, luego, jueves siguiente, 1.º de Noviembre, salido el sol, envió el Almirante las barcas en tierra á las casas que por allí estaban, y hallaron que toda la gente habia huido, y desde á un buen rato pareció un hombre; mandó el Almirante que lo dejasen asegurar y que se volviesen las barcas. Despues de comer tornó á enviar las barcas, y en ellas que fuese uno de los indios que traia consigo de Guanahaní, el cual, desde léjos, dió voces á los que por allí habia de Cuba, diciendo que no hobiesen miedo, porque aquella gente que venia era buena y que no hacian mal á nadie, ántes daba de lo suyo en muchas islas que habian estado, y que no eran del Gran Khan (aquí parece tambien cuán poco y nada entendian de los indios, ni los indios de los cristianos), y desde las barcas se echó á nadar el indio y fué á tierra, prosiguiendo en sus voces; el cual, salido en tierra, dos hombres que por allí parecieron lo tomaron de los brazos y llevaron á una de las casas, y largamente se informaron dél, é como fueron ciertos que no se les habia de hacer mal alguno, se aseguraron, y luego salió infinita gente de los montes, y entraron