boreales como Nordeste y sus colaterales por aquesta mar, y la mar tan mansa, que debian de estar en otro mundo y regiones diversas de las del mundo de allá, y que no ternian viento con que se tornar. Y así, todo lo uno y lo otro juntado, y todo cuanto vian y les acaecia, echándolo siempre á la peor parte y á mal, por lo cual las murmuraciones y maldiciones que ántes consigo mesmos decian y echaban á su general Capitan y á quien le habia enviado, comenzáronlas á manifestar, y desvergonzadamente decirle en la cara que los habia engañado y los llevaba perdidos á matar, y que juraban á tal y á cual, que sino se tornaba que lo habian primero á él de echar en la mar. Cuando se llegaban los otros navíos á hablar con él, oía hartas palabras que no ménos le traspasaban el ánima que las de los que junto á sus oidos se le desmandaban. Cristóbal Colon, viéndose cercado de tantas amarguras, que le angustiaban el corazon más, por ventura, que si se viera dentro de las olas de la mar, extranjero y entre gente mal domada, suelta de palabra, y de obras más que otra insolentísima, como es por la mayor parte la que profesa el arte de marear, con muy dulces y amorosas palabras, gracioso y alegre rostro, como él lo tenia, y de autoridad, disimulando con gran paciencia y prudencia sus temerarios desacatos, los esforzaba, y animaba, y rogaba que mirasen lo que hasta allí habian trabajado, que era lo más, y que por lo ménos que les restaba no quisiesen perder lo pasado, y que las cosas grandes no se habian de alcanzar sino con grandes trabajos y dificultad; cuanto ganaron los que sufrieron, cuanto vituperio seria de la animosidad de los españoles volverse, sin haber visto lo que deseaban, vacíos, y que él esperaba en Dios que más presto de lo que estimaban los habia á todos de alegrar y consolar, y cognoscerian como á los Reyes que lo enviaban y á ellos que con él venian habia dicho verdad. Con estas y otras palabras cumplia lo que de su parte podia, puesto que á ellos poco los aplacase, ántes se encendian como gente desordenada y cuasi desesperada; y porque Dios queria confundir la inconstancia dellos y favorecer la humildad de Cristóbal Colon, y andaba cerca
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