Página:Historia de la conquista de la provincia de el Itza.pdf/16

Esta página no ha sido corregida

Sum: Qui Sumus, in nom obediamus Espiscopis. V vide dare sinde, negare compellor, quod postulor. Scribere tanta Altisundi supra me est, et idem non obedire contrame est. Utrobique perisculum, sed in ea parte maius imminere videtur, si uon obedire. Hac ota- que exiens, qua minus apparet, facio, quod iubetis. Dat quippe ausum ipsius Dignitatis idulta familiaritas, et excusat presumptione auctoriras imperatis. No es menor Padrino para facilitarme esta licencia, la ma- teria de este escrito, que siendo glorias de un Supremo Príncipe, como Vuestra Alteza adquiridas a expensas de su acertado gobierno, de justicia piden las Aras de su Patrocinio, y mas cuando me ofrece la segura tramite, en este caso, el Gran Alejandro (pues su famosa Historia, referida de muchos, y en especial de Paulo Otosio, y tocada en parte de los Sagra- dos Libros)llegando este Esclarecido Monarca a verse en los últimos acentos de su vida, preguntado, ¿a quién dejaba la Corona, y Cetro, que a expensas de tanto trabajo había colo- cado sus invictas sienes? Respondió: Que al mejor, y que mejor la merecieses. Esta razón, señor, se ve practicada en esta Historia; pues este Triunfo, esta gloria, esta Honra, se debe al suma cuidado, al inimitable desvelo de Vuestra Alteza. Ahora si, que se conoce, con cuanto acierto aquellos Antiguos Ro- manos conocieron esta verdad, cuando (como refiere Va- lerio Maximo) dedicaron aquellos dos Templos, uno a la Deidad de el Trabajo, y otro a la de la Honra; pero con tal Arte, que no se podía entrar en el Templo de la Honra, sin passar primero por el de el Trabajo; por que la Palma, y la Honra, es debida al trabajo, y solicitud, conforme aquello de San Pablo a Timoteo: Non corona vitur, nisi qui legisi- me certa verit. Es tambien ultimamente Imán, que me arras- tra esta obligación, el conocer la Superior Grandeza de Vuestra Alteza pues no sufriendo su Augusto Pecho, por limitada Esfera de su conocimiento, sus Tierras naturales, ha pene- trado, como resplandeciente Sol, las mas remotas, engen- drando en el Animo de los que dichosamente oyen tales Nuevas, un adelantado Espíritu, para hacerlas notorias a to- dos, con demostraciones exteriores. Pues ¿qué mayor lustre para mis Escritos? ¿Quien mejor le podía comunicar, que un Senado tan Ilustre, Antiguo y Supremo, que tuvo su princi- pio,