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Á LOS QUE LEYEREN.

temer los aplausos como enemigos de los desengaños.

Los adornos de la eloqüencia son accidentes en la Historia, cuya substancia es la verdad, que, dicha como fué se dice bien: siendo la puntualidad de la noticia la mejor elegancia de la narraciOn. Con este conocimiento he puesto en la certidumbre de lo que refiero mi principal cuidado. Exâmen que algunas veces me volvió á la tarea de los libros y papeles: porque hallando en los sucesos, ó en sus circunstancias, discordantes, con notable oposicion, á nuestros mismos Escritores, me ha sido necesario buscar la verdad con poca luz, ó conjeturarla de lo mas verisímil; pero digo entónces mi reparo: y si llego á formar opinión, conozco la flaqueza de mi dictámen, y dexo lo que afirmo al arbitrio de la razón.

Esta discordancia de los Autores me ha puesto en el empeño de impugnar á los de contrario sentir; pero solo en aquella parte que no se pudo excusar, dexándolos en lo demas con toda la estimación que se debió á su diligencia: porque nunca fuí tan ingenioso en ageno libro, que me pareciese bastante un descuido para destruir un artí-