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del dia en interpelarse inútilmente, siendo necesario que Colon aclarase sus equivocaciones recíprocas, y adivinara por sus ademanes el objeto del mensaje. Al dia siguiente era Domingo, y á pesar de que Colon, como muy bien observa Las Casas, "no tuviera la costumbre de aparejar en él, no por superstición sino por piedad," decidió salir á la mar, á fin de mostrar el signo de la redención en aquellas orillas, en dia que pertenece al señor, "á causa de la esperanza que conservaba de que se tornaran cistianos". A las doce de la mañana mas de ciento y veinte canoas cargadas de indios, rodearon las carabelas, llevando cada uno su pequeño presente.

Como el viento faltó, y el almirante no pudo trasladarse á la residencia de Guacanagari, envió en las embarcaciones al notario real y varios oficiales, para saludarlo de su parte. En este tiempo un cacique inferior vino á la Santa María, anunciando que en aquella isla existia mucho oro, que venian á comprarlo de las naciones vecinas, y que tendrían tanto como quisieran. Conmovido el virey con tal noticia, y lleno de esperanzas dio por ello gracias de todo corazón al señor; mas como si quisiera reprimir su casi mundano regocijo, hizo acto continuo sumisión de su voluntad á la de Dios, y escribió coii edificante resignación en su Diario, que "nuestro señor, que tiene en sus manos todas las cosas, vea de me remediar y dar como fuere su servicio."1

Una irresistible curiosidad impelia á los pueblos de la ribera, pues mas de mil indios hablan venido en canoas, llevando todos regalos, y á falta de sitio sobre quinientos se arrojaron á nado, para ver á los estranjeros celestiales: también acudieron cinco caciques con sus familias, á los cuales como á todos dio regalos el almirante, teniéndolos por bien empleados.

Las nuevas de oro se confirmaban mas y mas: algunos de los indíjenas hablaban á Colon de las minas

1. Domingo 23 de Diciembre.