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pricho de uno solo, y lo que es peor de un estranjero, de un jenoves? Habia llegado el momento de obrar, intimándole volver la proa á Europa, y en caso de negativa arrojarlo á aquellas aguas, que tanto se complacia en contemplar. Este fue el único buen consejo, el único medio de evitar un desastre, que se ocurriera á los tripulantes, sobre cuyas conciencias no pesaría tal crímen, por ser una medida salvadora, un sacrificio en aras de la necesidad. Podia echársele al mar, obrando con prudencia,[1] y decir á la vuelta, que cayó casualmente una noche, mientras observaba las estrellas, cosa que nadie se cuidaria de averiguar, pues apenas se acordarian del jenoves en la noble Castilla.

Se decidió que al anochecer se le haria saltar por la borda en un momento dado. Para esto hubo un acuerdo secreto entre las tres tripulaciones; y tenemos la prueba de que durante la navegacion se pusieron en contacto muchas veces los remeros de las tres carabelas, principalmente en los dias 25 y 28 de Setiembre.

La conspiracion, prontamente urdida bajo el patrocinio de la ignorancia y el miedo, se comunicó como una chispa eléctríca de la popa á la proa, teniendo á todos por cómplices, y á ninguno por jefe. Los pilotos decian por lo bajo lo que gritaban los contramaestres y grumetes.

Los capitanes de la Pinta y de la Niña, no ignoraban lo que se tramaba contra el almirante; pero por una parte, mas instruidos y avezados al mar que los demas, no participaban de la mayor parte de sus temores, y por otra, se consideraban de hecho los dueños de la situacion; porque salvo algunos oficiales de la Santa Maria, la jente de las tres naves les pertenecia, y era de su tierra. Absteniéndose de manifestaciones personales, sin animarlos abiertamente, dejaban en com-

  1. "Potrebbono accortamente gittarlo in mare, e publicar poi, che volendo egli riguardar le stelle e i segni vi era caduto inavvertimente." Fernando Colon. Historia del almirante, cap. XIX.