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al nombre sagrado de los reyes [1] se habia perdido, y no le quedaba en lo humano ningún recurso de ser obedecido, y poder continuar en su empresa. Invocó pues, a aquél que siempre le había asistido, y acto continuo se levantó una brisa contraria, como para desmentir los siniestros temores. Al referir el comandante la oportunidad con que llegara este socorro, escribió sencillamente en su Diario lo que sigue: "El viento contrario fué de gran provecho para mí; porque las jentes estaban en gran fermentación, imajinando que en estos mares no soplaban para tornar a España." [2] Siendo como era tan inminente la insurrección, consideró agradecido el suceso, como un señalado beneficio del cielo.

Pero la tranquilidad de los ánimos no podia durar largo espacio, y ya al otro dia habian vuelto á caer en su infundado temor. Era un Domingo; las algas, las ovas y los racimos tropicales reaparecieron en número considerable, la llanura que se estendia á su vista, estaba cubierta de yerbas y reposada, y el viento los impulsaba en dirección de O. La tranquilidad de las olas vino á hacerse sospechosa á su vez, acrecieron las murmuraciones, y los descontentos decian, que se hallaban en aquellos sitios en que el aire y el mar pierden su movimiento, porque se alejan de lo habitado por

los hombres. La perdición era inevitable, y no se hablaba mas que de los monstruos, que se asian á la quilla de los barcos, reteniéndolos hasta que sus tripulantes han sido pasto suyo. Imposible fuera tranquilizar aquellas cabezas, estraviadas con los fantasmas que ellas mismas se creaban, cuando en medio de esta perplejidad, de repente, y sin que el viento se hiciera sentir, engruesó la mar de tal manera, que "todos quedaron atónitos." Entónces Colon, dando gracias á su divino se-

  1. "Perdido el respeto á su autoridad, y aun desacatado el sagrado nombre del rey etc." Muñoz. Historia del nuevo mundo, lib. III. § IV.
  2. Sábado 22 de Setiembre.