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La indiferencia de don Fernando, y el influjo del arzobispo de Granada en el ánimo de Isabel, la hicieron considerar como muy onerosas las gracias pedidas por Colon. Rota la conferencia, y no cediendo ni unos ni otros, puso Cristóbal los ojos en Francia, cuyo rey acababa de responderle. Era á fines de Enero, y no quiso perder un dia mas en conversaciones inútiles. Se despidió tristemente de sus pocos amigos, y salió en su mula camino de Córdoba, adonde le llamaban asuntos de familia, antes de abandonar tal vez para siempre á la nacion española, que habia venido á ser para su corazon una segunda patria.


II.



En torno de Isabel, de aquella brillante estrella que guiaba á la nacion Española á nuevos destinos, habia algunos seres privilejiados, en los que se reflejaban los destellos de su inspiracion. Amantes de la verdad y de la mayor gloria de Jesu-Cristo, fieles observadores de la justicia, y celosos por la grandeza de su reyna y de su patria, creyeron ver en la partida de Colon, una pérdida inmensa e irreparable, que seria un motivo de duelo y de vergüenza eterna para los españoles. Uno de aquellos hombres era don Luis de Santangel, contador de Aragon, el cual solicitó con urgencia, y obtuvo una audiencia de Isabel. Temeroso del peligro á que se esponia la fama de su adorada soberana, é impulsado por su celo, la manifestó lleno de amargura y en tono entre reprensivo y quejoso, la