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Hasta entónces el guardian de la Rábida habia aceptado por simpatia y conviccion preexistente los planes de Colon, juzgándolos por sí propio, sin influencia estraña; pero al detenerse á pensar que por dos veces la junta de cosmógrafos los calificó de quiméricos, su modestia le indujo á sospechar, que podia haberse equivocado, tomando sus deseos por razones, y sus razones por la verdad; pero que la ciencia libre de afectos y simpatias negaba sus mas caras ilusiones. Para salir de dudas deseó comparar con el de otro su parecer, y mandó venir de Palos al médico Garcia Hernández, matemático y muy versado en jeografia. Reuniéronse los tres en consulta, y como el parecer de Garcia fué absolutamente igual al del sabio franciscano, y el proyecto pareció fundado y practicable,[1] el guardián creyó llegada la hora de ponerlo en ejecucion, y no de suplicar ni discutir. Resolvió escribir á la reyna, y para que la carta no corriese la suerte de la correspondencia confiada á secretarios, hacerla llegar á manos de S. A. por medio de una persona de su confianza. Por el ascendiente que tenia Fr. Juan Perez sobre los marinos del litoral, logró escojer, de acuerdo con Garcia Hernandez, un mensajero que pudiera en caso de necesidad servir tambien de abogado, recayendo su eleccion en un piloto llamado Sebastian Rodriguez, hijo de una de las principales familias de Lepe, el cual por su tacto y cierta diplomácia supo anteriormente ajenciarse amigos en la corte.

SS. AA. se hallaban á la sazon en un campamento, que un siniestro acababa de transformar en ciudad. En

  1. Equivocadamente los historiadores modernos y entre ellos Washington Irving, repetido con mucha lijereza por sus imitadores, han dicho que el marino de Palos, Martin Alonso Pinzon fué llamado al convento de la Rábida para esta discusión; pero resulta de documentos que hemos visto, que en aquella época estaba en Roma Martin Alonso. Colon no estuvo en relaciones con él hasta principios de Julio de 1492.