bastante diestro para dibujar el plano del mundo, y colocar las ciudades, rios y montañas en los sitios verdaderos. Me hallo al presente con las fuerzas necesarias para ir al descubrimiento de las Indias, y suplico a S. A. patrocine mi empresa. No dudo que aquellos que la sepan hagan mofa de ella; pero si place a S. A. darme los medios de llevarla a cabo, yo espero vencer cualquiera de los obstáculos que se presenten."[1]
En este firme y claro estilo, en que los hechos ocupan el lugar de las palabras, se refleja su carácter.
Quedó sin respuesta la misiva, y probablemente, como lo preveyó su autor, se burlarían de su contenido las personas a quienes se comunicó, haciendo el rey católico otro tanto. Sin embargo; esperó Colón, y al cabo de muchos sinsabores logró hacer conocimiento con el antiguo nuncio apostólico, monseñor Antonio Geraldini, que á ruego de la reina tornó a España, para terminar la educación de la infanta, y cuyo saber lo predisponía a todo lo grande. Como su talento de diplomático no entibiaba lo mas mínimo la generosidad de sus sentimientos, desde el momento en que le habló se sintió atraído hacia él, y amigo suyo cuando no creía ser mas que su protector. Refirió la conferencia a varios personajes de los mas importantes de la corte, y en particular al gran cardenal don Pedro González de Mendoza, que por su poderoso influjo fué llamado tercer rey de las Españas. A instancias del ex-nuncio admitió el prelado en su presencia al navegante estranjero, y mas familiarizado que Fr. Hernando de Talavera con los hombres y las cosas, lo comprendió enseguida, le dio su estimación, y formó tan buen concepto de él, que sin entrometerse a escudriñar el mérito de su plan, lo que tampoco podia hacer en el acto, creyó que estaba en la obligación de ponerlo en noticia de los
- ↑ Fernando Colon. Historia del almirante, cap IV.