Lejos de exajerar con nuestro entusiasmo las prendas de Isabel, hacemos con nuestra ruda prosa un pálido retrato de tan escelente modelo. Cuanto va espuesto no llega ni con mucho a lo que sentimos, y lo que sentimos, como quiera que es menos de lo que nos enseñan los analistas contemporáneos, vamos á concluir citando los testimonios tributados á su memoria; no por los poetas y los escritores de la corte, sino por eclesiásticos de cuenta, que callaron mientras vivió, y cuyo elójio póstumo no deba ser sospechoso.
El cura de los Palacios esclama con injénua y piadosa admiracion en su Historia de los reyes católicos: "¡Quien podrá enumerar las perfecciones de esta cristianísima y bienaventurada princesa, la mas digna de elójio! Ademas de ser casta por escelencia y noble de oríjen, tuvo entre las numerosas cualidades con que nuestro señor la dotó, la de sobrepujar y eclipsar á todas las reynas que la precedieron, no solo en España, sino en el mundo. "En cuanto á la fé la compara á santa Elena, madre de Constantino, y al hacer mencion de su veracidad, de su lealtad política, de su celo por la Iglesia, y la pureza del clero, de su obediencia á su marido, de su sincera piedad, y de su liberalidad con los templos, la llama la segunda santa Isabel.[1]
El franciscano de Valladolid autor anónimo del Carro de las Doñas, y que la conoció, al querer describir tanta grandeza de alma, tanta virtud y tanta modestia y hermosura, esperimenta el mismo emba-
- ↑ "Fué muy prudentisima reyna, muy católica en la santa fé, sicut Hellena mater Constantini..... Fué muy devotísima é muy obediente á la Santa Madre Iglesia, é muy amiga é devota de la Santa é limpia religion.... Lismonera edificadora de templos, monasterios, iglesias, secunda Helisabeth continents." Andrés Bernaldez. Historia de los reyes Católicos, cap. CC. Ms.