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ber tenido el gusto de enseñarlo á Santiago, cuya delicada complexion exijia muchos cuidados, y para colmo de infortunio le arrebató la muerte la fiel compañera de su vida, la que durante mas de cuarenta y seis años partió con él sus penas, y dulcificó sus amarguras. Desde entónces Savona se le hizo insoportable.


V.


Volvamos á Cristóbal Colon.

Si las dos repulsas, y tal vez la imposibilidad patente de apelar acto contínuo á otro estado con esperanzas de mejor éxito, le hicieron aplazar la comunicacion de su proyecto, no dejó por eso de proseguir con igual constancia observando y esforzándose por ensanchar el horizonte de sus comparaciones cosmográficas, y por esa causa lo vemos un año despues buscar el océano Jermánico, y avanzar hácia el polo. En Febrero de 1477 se hallaba á cien leguas mas allá de Islandia, comprobando fenómenos interesantes para la hidrografía. Desde el cielo sombrío y plano de la última Thule de los antiguos al resplandeciente de los trópicos, reunia en su imajinacion con sus poderosas facultades las armonías de la tierra y de las aguas, y buscaba penetrar al traves de sus poéticas apariencias el principio de las grandes leyes del globo. Pasando luego de la contemplacion de las obras divinas á la investigación de las de los hombres, dedicaba las horas que permanecia en tierra, y le dejaban libres sus copias de manuscritos y de esferas, con lo cual se sustentaba, en estudiar los libros de los filósofos, de los historiadores y de los naturalistas. De esta suerte proseguía sus viajes, sin sacar de sus trabajos y fatigas mas provecho que la esperiencia, cuando subió al trono Juan II, sucesor de