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“Mi collar, mi pluma preciosa; como se forja el metal preciso, como el jade se horada, en la misma forma has sido forjado, has sido horadado. Soy dueño de collares, soy dueño de plumas preciosas, tengo hijos. Te diré unas palabras aquí junto a tu oído quiero atarlas. Quizás..., así quizás..., así no..., tal vez sólo tartamudearé, soy anciano, soy anciana. Sólo así a tu seno, a tu garganta acércalas mis palabras. Tú que eres mi pie, mi mano, el fruto de mis entrañas te afliges; eres collar, eres pluma preciosa, y eres cola, eres ala, eres gente común del pueblo. ¿A dónde viene aún un labio, una boca? ¿serás tú el que reciba el consejo? Haré que tragues, haré que comas jade, inculcaré en ti la palabra buena y sabia, para que no seas un cofre, una petaca, que sólo guarda las cosas. ¿Dónde aún vienen? En tu interior el Señor Nuestro esconderá el jade, la turquesa, lo decoroso, lo bello, lo que se esconde, lo que se guarda.
Y ya te das cuenta, te has corregido, no hagas tú mismo andar de puntillas a la gente. Y se afligen los que te echaron en el mundo, los que en él te dejaron, tus antepasados. ¿Acaso otra vez vendrán a hacerte comer, vendrán a hacerte beber lo dulce, lo sabroso, el rostro de la gente, el corazón de las personas? Y más, di lo que dicen el anciano, la anciana. ¿Por qué no es esto algo? Porque tengo sujetos a los que son sus manos, tus pies, a la gente que te sirve. Quizás así, quizás no así sea yo tu madre, sea yo tu padre, así te aconsejo. ¿Con esto me arrojarás, sólo así me empujarás, a mí que soy tu madre, a mí que soy tu padre?
Tú eres de jade, pluma de quetzal, con calma, con tiento vives gracias al Dueño de la cercanía y de la proximidad, al dador de la vida.
No con torpeza, no con tosquedad pases la vida. Aquí un día, dos días quizás aún te hará permanecer Aquél por quien se vive.
Ya sabes que el venado, cuando lo persigue, va asustado, no sabe que va a caer en la trampa donde morirá. ¿Y tú, acaso eres venado para que no sepas adónde vas? Porque te ha sido mostrado el camino que has de seguir, de tu arbitrio lo habrás consumado si lo pierdes. Como el árbol frutal que ya no reverdece, que ya no da retoños Îsólo da retoños, sólo da renuevos si resiste la helada , entonces del todo se marchita, así se seca. Y tú, si ya no reverdecieras, dieras renuevos cuando haya verdor, cuando haya renuevos, es porque de tu voluntad te has arrojado en la boca de las fieras.
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