los que llamaban cantos divinos;
se valían para esto de las pinturas de los códices.
Les enseñaban también la cuenta de los días,
El libro de los sueños
Y el libro de los años”.
(Códice Florentino)
Como se sabe, todas las actividades de los Viejos Abuelos estaban íntimamente relacionadas con los aspectos religiosos de su cultura. La educación no era la excepción. Los estudiantes combinaban el estudio académico, con la productividad, la religión, el deporte y el arte. Pero fundamentalmente lo que se trataba de exaltar y fortalecer eran sus valores morales y éticos. Los principios de servicio a la comunidad, mantenimiento de sus prácticas religiosas, tradiciones y costumbres, obediencia a los padres, maestros y autoridades. La templanza de carácter, el dominio de sí mismos, la fortaleza de su cuerpo y la convicción en sus ideales que aprendían los jóvenes en el sistema educativo, fue proporcional y un reflejo de las grandes proezas culturales que realizó la civilización del Anáhuac a través de sus diversas culturas en tiempo y espacio.
La antigua palabra.
Entre los textos que se han preservado sobre la educación a los hijos tenemos los llamados “Huehuetlatolli” o la palabra antigua, que eran trasmitidos y guardados celosamente de generación en generación. Muchos de estos discursos siguen en el corazón de los pueblos del México indígena y de alguna manera sobreviven en las costumbres y tradiciones de los pueblos mestizos. Leeremos un fragmento del discurso de un padre a su hija:
“Pues ahora, mi niña. Oye bien, mira con calma; aquí está tu madre, tu señora, de cuyo seno y entrañas te despegaste, te desprendiste; como una plantita, como una yerbita te alzaste, echaste hojas, floreciste; como si hubieras estado dormida y despertaras.
Mira, escucha, entiende, así son las cosas en la tierra. Ni vivas de cualquier modo, no vayas por donde sea. ¿Cómo vivirás, por dónde
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