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Hace a los otros tomar una cara,
Los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara...
Gracias a él, la gente humaniza su querer,
Y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
Conforta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende”.

De la capacidad, talento y actitud del maestro dependerá el buen desempeño de las instituciones educativas y de ellas, dependerá el potencial y permanencia de cualquier civilización o cultura. Las bases de una persona, familia o civilización están en la alimentación, la salud, la organización y la educación. No podemos concebir la grandeza del Anáhuac, de sus monumentos, obras de arte o sus extraordinarios conocimientos y sus incontables logros, sin el sistema de educación que por lo menos estuvo operando de manera permanente a lo largo de 30 siglos antes de la invasión y destrucción europea. Y tampoco podemos negar la herencia que sigue viva y latente en el ser de la cultura contemporánea de México. Lo que se requiere es despertarla, activarla para reorientar nuestro camino.

“ - El solo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe en el texto ya citado la figura del maestro o temachtiani, constituirá el más elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo náhuatl.
Es el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Magnífico ejemplo de lo que hemos llamado –ingeniería lingüística náhuatl-. Está compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te- (a         91