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“ingeniería-energética”, pues se investigaba la vida y el mundo a través de campos de energía. Estos centros de investigación y conocimiento, estaban alejados de la vida cotidiana de las comunidades. Sin embargo, los venerables maestros enseñaban la religión y la sabiduría, tanto a los sacerdotes y administradores de los pueblos; como a los jóvenes más destacados que salían del Calmécac y que eran enviados a estos lugares antiquísimos y misteriosos a convertirse en “frutos florecidos” de su civilización.

“Testimonio de profunda reflexión son éstos, herencia la más antigua que, en materia de educación, proviene del México indígena. En el hogar y en las escuelas se escucha la antigua palabra. Era ella la lección atesorada de quienes ejercían el magisterio en los Telpochcalli, “casa de jóvenes”, y en los Calmécac, “hilera de casas” para la educación superior....En varios de los códices o antiguos libros de pinturas y caracteres jeroglíficos del México antiguo aparece la figura del temachtiani, el maestro, cuyos atributos coinciden en muchos aspectos con los de otro personaje cuya figura se idealiza y exalta en varios textos en náhuatl de la antigua tradición nativa. Este personaje es el tlamatini, el sabio. El significado etimológico de tlamatini guarda también relación con el que tiene la palabra temachtiani. Tlamatini es “el que sabe algo, el que conoce las cosas”. A su vez temachtiani es “el que hace que los otros sepan algo, conozcan lo que está sobre la tierra” y, en fin, aquello que puede llegar a vislumbrar el hombre.

Los que ejercían la profesión de tlamatini, “sabio”, eran precisamente quienes tenían a su cargo la preservación y transmisión de los testimonios de la antigua palabra.” (Miguel León Portillla. 1991)

Las normas sociales tuvieron que ser muy sólidas, para estructurar y mantener un proyecto socio-espiritual por miles de años y que ha sabido sobrevivir, en lo más esencial hasta nuestros días. En efecto, si tomamos como ejemplo Monte Albán en la cultura zapoteca de Oaxaca.

Se supone que la construcción se inició en el año 500 a.C. y fue abandonada aproximadamente en el año 850 d. C., lo que implica tres cosas: un trabajo permanente y descomunal en la construcción (la         87