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mismo”. Intentos poéticos de referirse a lo impronunciable, lo divino, lo inconmensurable, lo innombrable. Concepto más filosófico que religioso, que seguramente fue manejado como conocimiento esotérico por aquellas personas que vivían en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que estaban consagrados al estudio e investigación de las posibilidades energéticas del ser humano.

“Amo y señor nuestro, Tloque Nahuaque, Yoalli Ehécatl, que ves y conoces el interior del árbol y de la piedra, y en verdad ahora conoces también nuestro interior, escuchas en nuestro interior; oyes y sabes lo que decimos dentro de nosotros, lo que pensamos; nuestro rostro y nuestro corazón como humo y niebla se levantan delante de ti.” (Libro sexto del Códice Florentino)[1]

La Dualidad Divina.

Esta misma figura filosófica se representa en un siguiente plano más accesible, llamado “Divinidad Dual, dualidad divina o Dios Dos”, como una divinidad doble, mitad masculina mitad femenina, entendiendo que todo lo que está creado en la tierra, surge de un par de opuestos complementarios, uno masculino otro femenino, vida muerte, caliente frío, luz oscuridad, blanco negro, Ying Yang, etc.

Ometeótl[2] es una profunda metáfora filosófica. El universo mismo está constituido de un par de opuestos complementarios. El principio


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  1. Códice Florentino o la Historia general de las cosas de la Nueva España, es el título de una obra escrita y supervisada por el religioso franciscano español Bernardino de Sahagún, entre los años de 1540 y 1585, poco después de la Conquista de México por parte de los españoles. Para realizar el libro, Sahagún recurrió a la indagación directa entre los nativos mexicanos, concentrándose en la región central de México. Por ello, algunos antropólogos —especialmente los mexicanos— reclaman para el fraile franciscano el ser uno de los antecesores de la moderna etnografía. De hecho, se trata de una copia de materiales originales que se han perdido, tal vez destruidos por las autoridades españolas que confiscaron, posteriormente, los manuscritos de Sahagún. Los materiales originales fueron los registros de conversaciones y entrevistas con indígenas en las poblaciones de Tlatelolco, Texcoco y Tenochtitlán, además de informes de los estudiantes indígenas trilingües formados por el fraile en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco (ubicado en la actual ciudad de México). Estos alumnos fueron Antonio Valeriano, oriundo de Azcapotzalco; Antonio Vejarano, de Cuautitlán; Martín Jacobita, de Tlatelolco; Pedro de San Buenaventura y Andrés Leonardo, también oriundo de Tlatelolco.
  2. Ometeótl, Ometecuhtli (El Señor Dos) y Omecihuatl (La Señora Dos) formaban la dualidad creadora en la religión mexica. Eruditos como Miguel León-Portilla traducen a Ometéotl/Omecihuatl como Señor/Señora de la Dualidad, implicando un solo dios de carácter dual. Ometecuhtli representa la esencia masculina de la creación. Es esposo de Omecihuatl y padre de Tezcatlipoca rojo (Xipe Tótec), Tezcatlipoca negro (Tezcatlipoca), Tezcatlipoca blanco (Quetzalcóatl), y Tezcatlipoca azul (Huitzilopochtli). También se le llama Tonacatecuhtli [tonaka'teuktli], "Señor de nuestra carne". Ometeótl es también llamado "in Tonan, in Totah, Huehueteotl", "Madre nuestra, Padre nuestro, Viejo Dios". Como dualidad y unidad masculino-femenina, reside en Omeyocan, "el Sitio de la Dualidad", que, a su vez, ocupa el más alto lugar de los cielos. El/ella es padre/madre del Universo y cuanto hay en él. Como "Señor y Señora de Nuestra Carne y Sustento", suministra la energía cósmica universal de la que todas las cosas derivan, así como la continuidad de su existencia y sustento.

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