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universal a todas las civilizaciones, pero el conocimiento hay que leerlo-interpretarlo, y ya no es directo y “puro”, pues se tiene que descifrar o decodificar. Como ejemplo podemos mencionar las pirámides y estelas, y los códices y frescos. En los trescientos años de colonia, toda esta sabiduría y ciencia, fue perseguida por los españoles por representar al mismo demonio. En el Siglo XIX fueron, para algunos visitantes ilustres, “Antigüedades, primitivas y curiosas” que saquearon y destruyeron impunemente. En el Siglo XX apenas se empezaron a considerar con un valor “estético y artístico”, instrumento tan solo para generar divisas a partir del turismo, especialmente en la segunda mitad del Siglo XX.

“El interés del estudio de las orientaciones de sitios arqueológicos consiste, precisamente, en el hecho de que constituyen un principio calendárico diferente aquél representado en las estelas y los códices. Se trata, sin duda, de un principio ajeno al pensamiento occidental. La “escritura” con la cual se escribe es, en este caso, la arquitectura y la coordinación de ésta con el medio ambiente natural. Un sistema de códigos se plasma en el paisaje: con cerros y otros elementos naturales, o también con marcadores artificiales en forma de símbolos o de edificios construidos en estos lugares.” (Johanna Borda. 1991)[1]

Sin embargo, todos los grabados, esculturas, relieves, frescos, pinturas en códices, vasijas, textiles, contienen un alto valor filosófico. En efecto, la iconografía de nuestros Viejos Abuelos sigue presente en nuestros días, sin que nosotros, los hijos de sus hijos podamos reencontrarla y no sólo conocer el significado de los símbolos, sino lo que resulta fundamental ¡encarnarlos!, para construir un México mejor. Estos símbolos siguen ahí: en la artesanía, en la decoración y en algunos símbolos, que por tenerlos siempre entre nosotros jamás nos han interesado o no les ponemos la atención debida. El ejemplo más sobresaliente es el propio escudo nacional, que representa el símbolo esotérico de la Toltecáyotl y que la Maestra Laurette Séjourné en su maravillosa obra “Pensamiento y Religión en el México Antiguo” nos lo presenta de una manera clara y deslumbrante.[2]


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  1. Borda, Johanna. Arqueo-astronomía y Etno-astronomía en Mesoamérica. UNAM. Méx. 1991.
  2. Ver en la página 112 del libro citado.

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