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diremos que la Biblia, el libro impreso más antiguo del mundo, fue guardado transmitido a lo largo de siglos enteros por el pueblo hebreo.

“Los mesoamericanos habían desarrollado una oralidad que se manifestaba, en diversas circunstancias, en forma de cantos, discursos y recordaciones de acontecimientos importantes, divinos o humanos. Dicha oralidad puede describirse como una forma de tradición oral que se aprendía sistemáticamente en las escuelas y templos.
Para transmitirla, los sacerdotes y sabios utilizaban sus libros o códices. Los mayas leían en sentido estricto las secuencias logosilábicas de sus libros. Los nahuas y mixtecas amoxohtoca, “seguían” el camino de las secuencias de las pinturas y glifos incluidos también en sus códices.” (Miguel León Portilla. 1996)

En la palabra, el conocimiento se transmite directamente. En el idioma náhuatl los Viejos Abuelos atesoran valiosos conceptos como: “topial in tlahtolli” el legado de nuestra palabra, “to-pializ” lo que nos compete preservar, “yuhcatiliztli” la acción que lleva a existir de un modo determinado, “Toltecáyotl” el conjunto de instituciones y creaciones de los toltecas.

“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”

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