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"...los campesinos tradicionales ya no se reconocen indios, aunque vivan una cultura predominantemente india; los grupos urbanos subalternos no son culturalmente homogéneos: algunos mantienen como cultura de referencia la de sus comunidades de origen, indias o campesinas; otros, han forjado una cultura popular urbana de vertiente india..."

"Porque lo que aquí llamamos avanzado, moderno y urbano, no es la punta de lanza de un desarrollo propio, interno, sino la resultante de la implantación de la civilización occidental desde arriba; y lo que llamamos atrasado, tradicional y rural, no es el punto de partida de aquella avanzada, sino el resultado indio de civilización mesoamericana." (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

Los mexicanos a pesar de los pesares, de nuestra ignorancia y orfandad de nosotros mismos, somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, que esperan pacientes el momento de la luminosa conciencia y el potencial reencuentro. Somos un pueblo mestizo, debemos luchar por ser dignos herederos de Miguel de Cervantes y al mismo tiempo de Netzahualcóyotl. Debemos conocer las dos partes que nos conforman. No podemos y no debemos, hacer menos a ninguna de las civilizaciones que nos conforman.

Los mexicanos somos: Indígenas por dentro (en lo espiritual, lo místico, en lo ontológico) con rasgos occidentales por fuera; pero nunca seremos occidentales por dentro, con rasgos indígenas por fuera. Que todo mundo quiere ocultar.

Un rostro propio y un corazón verdadero.

A partir de 1521 en que Hernán Cortés mandó destruir piedra sobre piedra La Gran Tenochtitlán; metrópoli que estaba más adelantada que cualquiera ciudad europea del momento. Toda la herencia de los siete mil quinientos años de la civilización de los Viejos Abuelos, fue negada y condenada por ser para los conquistadores, primitiva y diabólica. Nada que tuviera que ver con la sabiduría de los Viejos Abuelos, podía entrar en el proyecto civilizador europeo, para crear en las tierras conquistadas "La Nueva España".

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