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El dominio español en la colonia fue abrumador y absoluto, llegando a extremos tan inhumanos, que sólo evidencian la miseria espiritual de los propios españoles que realizaron la invasión. Para finales de la Colonia se calcula que en la Nueva España existían aproximadamente seis millones de personas, de ellas, según el censo de 1793 había ocho mil peninsulares, que controlaban el poder político, económico y social de toda la población.

Los trescientos años de Colonia fueron un verdadero infierno para los pueblos invadidos. Toda su cultura, conocimientos y su historia milenaria, pasaron a ser representaciones demoníacas. En la práctica no tuvieron ningún derecho ante la ley del colonizador. Su lugar en el nuevo orden era de esclavos y de seres primitivos, en permanente sospecha y desconfianza; dado que la cultura indígena siempre representó para los españoles, además de un atraso, una liga con lo diabólico y lo perverso.

“La vitalidad del antiguo sustrato cultural está presente en las prácticas que los antropólogos han llamado sincretismo. Estas revitalizaciones de la antigua cultura buscan incorporarla en el presente por el procedimiento de encubrirla con un barniz cristiano que permita su aceptación en la sociedad dominante.” (Enrique Florescano. 1987)

Sin embargo, para el siglo XVIII los criollos iniciaron una conciencia de “la patria”, en contraposición con los gachupines.[1] El malestar que surgió a mediados del siglo XVI entre los hijos de los conquistadores nacidos en México y los españoles que llegaban de ultramar a “hacer la América” y que tuvo posteriormente en Francisco Javier Clavijero (1731-1787) al primer historiador “criollo-mexicano”, quien empieza a reclamar La Nueva España para los criollos. Clavijero escribe “La Historia Antigua de México”, pero a diferencia de los misioneros y conquistadores, Clavijero le empieza a dar a la historia antigua del Anáhuac una pertenencia al espíritu rebelde que se gestaba en los
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  1. En el sistema de castas coloniales de la América española, un peninsular era un español nacido en la península española o continental, en contraposición a una persona de ascendencia española nacida en el continente americano o las Filipinas (conocidos como criollo o criollos).

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