lenguaje iconográfico, el cual contiene la esencia del pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos y éste conocimiento queda enmarcado en los diversos materiales que trabajaron los Viejos Abuelos. Conocimiento al que podían acceder sólo los iniciados y algunos de los dirigentes y sacerdotes más importantes de las aldeas en el período Clásico. Para acceder a él se requiere decodificarlo. Está ahí, pero no es para todos.
En el tercer círculo de conocimiento se encontraba básicamente en la religión y las normas morales y éticas de la civilización del Anáhuac. Estos principios básicos filosóficos que encarnaban la religión de los Viejos Abuelos, les permitía a los seres humanos comunes: los campesinos, amas de casa, artistas, maestros, artesanos, constructores, burócratas, etcétera; contar con las bases necesarias para ordenar una vida armónica personal, familiar y en sociedad. Por ello, durante más de mil años, en el período conocido como Clásico o del esplendor, existió un deslumbrante y luminoso desarrollo humano, siendo el centro palpitante de este período clásico “la ciudad” donde los hombres aprendían a ser dioses, Teotihuacán.
“Por otro lado, si Teotihuacán se hubiera mantenido cuando menos 800 años como ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso de tal manera único en la historia, que es difícil de creer que haya sucedido.
No conocemos en toda la historia universal un solo imperio que no se haya podido formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente que por encima existe una ideología que las dirige. Hay también la posibilidad de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa que las demás, y que por ello no necesitara recurrir a la fuerza. El cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las armas hayan jugado un papel importante en su difusión.... Pero más bien indica que la raíz de todas las religiones mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya impuesto sus dioses sobre los dioses de otras naciones.” (Ignacio Bernal. 1965)
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