mismos prisioneros de un bando y otro se sentían honrados por su destino final.
Lejos de ser una guerra de exterminio y rapiña, como las europeas, las guerras floridas de los mexicas, aunque habían sufrido un cambio grotesco, pues cambiaron el sacrificio espiritual por el material. La Batalla florida dejó de ser una lucha interior, para pasar a ser una lucha por tomar prisioneros para la piedra de los sacrificios, mantenía un sentido de grandeza espiritual, aunque trastocada.
Los guerreros que iban a las guerras floridas llevaban sobre sus hombros la inmensa responsabilidad social y religiosa de “mantener con vida al Quinto Sol”. No existía ninguna actividad en la cultura mexica que tuviera más alto honor, pues se “servía”, no sólo al pueblo, sino fundamentalmente al universo.
“La causa porque se movían así tantos a la guerra, aunque la principal era su propio interés y ganancia de honra y bienes; lo segundo era no tener su vida en nada y tener por bienaventurados a los que en la guerra morían y así llamaban a la guerra xochiyaoyotl, que quiere decir “guerra florida”, y por el consiguiente, llamaban a la muerte del que moría en guerra xuchimiquiztli, que quiere decir “muerte rosada, dichosa y bienaventurada.” (Fray Diego Durán.)
Precisamente fue el cambio de los simbolismos toltecas de carácter espiritual, que Tlacaelel implantó, lo que les dio a los mexicas una doctrina materialista-mística-guerrera. La batalla florida de carácter interior y espiritual de los toltecas, fue cambiada por una batalla florida en contra de los vecinos y hecha con armas “relativamente inofensivas”. Estas guerras del período Postclásico se intensificaron en los últimos doscientos años antes de la llegada de los españoles, durante la formación de la Triple Alianza y la consolidación del Imperio Azteca. Estas guerras generalmente fueron más de carácter simbólico y ritual; aunque los mexicas llegaron a “castigar” excepcionalmente a algún pueblo, comúnmente no se destruían las ciudades y no se aniquilaba a la población civil. 131