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Todos los seres humanos cuando llegan a un estadio de desarrollo, desde el origen de los tiempos hasta nuestros días, se enfrentan a la pregunta obligatoria. ¿Existe vida después de la muerte? ¿Vivo para morir y renacer a la vida eterna? ¿Cuál es la razón de la vida?, porque ahí estará la razón de la muerte.

La Batalla Florida.

El concepto de "La Batalla florida" es muy revelador de la concepción filosófica del Anáhuac. Primeramente debemos de observar que la guerra para los antiguos mexicanos, probablemente desde las primeras sociedades que hoy llamamos olmecas, fue de carácter "simbólico-ritual". Como hemos apuntado ya, no existe un avance proporcional entre las matemáticas, la medicina y la arquitectura, por citar sólo tres aspectos de la cultura, con la evolución de las armas. En efecto, las armas que encontramos en la iconografía del período Preclásico, serán las mismas que veremos en el período Postclásico con los mexicas. La pregunta es obvia; por qué existieron avances en otras áreas del conocimiento y en la tecnología militar se mantuvo igual, a excepción del átlatl,[1] que fue inventado para cazar aves al vuelo por los toltecas. Esto demuestra que los anahuacas nunca fueron una civilización guerrera, como lo han querido sustentar los invasores-colonizadores. A su defensa le llamaron "hostilidad" y al exterminio hispano le llamaron "pacificación" en los textos del siglo XVI.

Los "guerreros de la muerte florecida" de estirpe tolteca en el periodo Clásico buscaban librar sus "batallas floridas" en su interior y sus armas fueron "flor y canto", su victoria, hacer florecer su corazón para dárselo como alimento a sus seres queridos. Aún los trasgresores de la Toltecáyotl, los guerreros mexicas en el periodo Postclásico, en sus
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  1. El átlatl es un arma propulsora muy utilizada por los aborígenes precolombinos mesoamericanos, especialmente los mexicas y los mayas en Guatemala y México, así como los indígenas de Perú y Colombia. En náhuatl se le llamó átlatl, aunque en español también se le conoce como lanza dardos y estólica. Es una corta, delgada y estrecha plataforma hecha de madera flexible y correosa que se sujetaba de unos agujeros con los dedos medio e índice. En su parte superior se colocaba un venablo. Proporciona un impulso tan potente al venablo (el proyectil), que es capaz de perforar la piel gruesa de algunos animales, y cotas de malla de acero, como lo experimentaron los soldados españoles.

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