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DEL REYNO DE CHILE.

partes para el tragin de lleuar, y traer de vna parte a otra el trigo, vino, maiz, y otras cargas,, yo me acuerdo hauerlas viſto aura treinta años en Santiago ſeruir de aguadores, que trayan el agua del Rio para el ſeruicio delas caſas, pero ya oy no ſiruen aſſi de nada de eſto, por hauer tanta abundancia de mulas, y borricos, que ſe han aplicado a eſte, y otros miniſterios.

Tienen eſtas ovejas hendido el labio de arriba por donde eſcupen alos que las enojan, y los muchachos, que ſon los que las ſuelen inquietar, en viendo, q̃ les quieren eſcupir, huyen, porque tienen entendido, y aſſi lo ſienten comunmente todos que al que alcança la ſaliua le llenan de ſarna donde ella toca. y como tienen el cuello tan largo, que ſera de tres palmos juegan de eſtas ſus armas defenſivas con mas facilidad, ſon de mucha eſtima ſus lanas, de que ſe texen vnas mantas, que parecen de chamelore muy luſtroſas; enfrenanſe por las orejas, en las quales ſeles haze vn agujero por donde ſe les entra vn cordel de que tira el que las gouierna para lleuarlas donde, y como quiere. hincan ſe de rodillas para receuir la carga, y eſtando eſta receuida, y bien acomodada ſe leuantan, y la lleuan apaſſo repoſado.

Son tambien proprios de aquella tierra vnos Conejitos, que los Indios llaman Degus, de q̃ guſtan mucho en ſus comidas, y ſe crian en el campo. Es muy entretenida ſu caza la qual ſe haze con agua, guiandola a ſus cueuas, y aunque ſon eſtas muy profundas, y conſecretas correſpondencias de vnas a otras para aſegurar mas la huyda, y eſconderſe mexor delas aſtucias, y traças del cazador, pero en fin vence eſte, en caminando el agua ala boca dela cueba, y eſperando al conejo con ſus perros en las que le correſponden, los quales le reciuen en ſus dientes quando huyendo del agua, que viene anegando ſus retretes, y eſcondrijos ſalta fuera de caſa a buſcar ſu remedio.

Otro genero ay de conejitos ſemejantes a eſtos, pero ſon domeſticos, y ſe llaman Cuyes, que ſon tambien muy regalados, y de mexor viſta, porque ſon de varios colores, y manchas, ſon eſtos muy ordinarios como tambien los otros en toda la tierra: no aſſi las Ardas que no ſe que ſe hallen en otra parte, que en el Guaſco que es en los primeros Valles de Chile, ſon eſtas Zenicientas, y ſus pellejos ſon de mucha eſtima para aforros por la fineza, y ſuauidad de ſu tacto.

Son muy ſemejantes alas ovejas, que diximos dela tierra los Guanacos aſſi en la traça, y figura de ſu cuerpo, como en la lijereza, pero differencianſe totalmente en el color, porque el de eſtos es rojo de vn rubio aburelado clara, y nunca ſe domeſtican, ſino que andan ſiempre por el campo diſcurriendo de vna parte a otras a ſus aventuras. no ay cauallo por ſuelto y ligero, que ſea que los alcance a correr, y como le cojan alguna delantera, parece que le van haziendo burla, porque ſin fatigarſe con vn galope muy deſcanſado, lo dexan ſiempre atras, ayudales a eſto el tener las zancas tan largas, que acada paſſo, que dan, ganan mucha tierra.

Pero con todo ello es muy facil de cazar los mas nueuos, porque como ſon tan altos; y por ſu poca edad no tienen en los hueſos la fuerça, que los mas hechos, ſe canſan facilmente, y aſſi ſiguiendo a cauallo, y con ayuda de perros vna manada de eſtos animales (que las ſuele hauer de mas de quatrocientos, y quiniẽtos) como los pequeños no pueden tener tanto teſſon, ſe van quedando atras y a vnos los matan los perros y a otros el meſmo caçador con vn baſton, que lleua en la mano y he viſto que de vna carrera tras tres, o quatro muertos, y ſuele ſer eſta vna caza muy en tretenida, y guſtoſa, y aun de regalo, porque la carne de eſtos pequeños, es como de cabrito, y aſſi ſe come freſca, no aſſi la delos grandes, que freſca, noes de eſtimas pero ſeca, y hecha cecina no ay otra que le llegue.

Crian eſtos animales en vn ſeno que tienen dentro del vientre las piedras beçares, que ſon de tanta eſtima contra veneno, y calenturas malignas, para alegrar el coraçon, y otros admirables efectos, que ſe experimentan. La materia de que ſe engendran ſon yeruas de gran virtud, que comen eſtos animales, por inſtinto de la nataraleza para curarſe

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