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DEL REYNO DE CHILE.

Eſpañoles, que los colocaron en el lugar,, que luego diremos.

No ſoy amigo de hazer milagro lo, que no lo es, ni eſta aprobado por la Ygleſia, o receuido por tal con los fundamentos, que la fe humana pide para creer prudentemente lo que refieren ſide dignos; pero verdaderamente no puedo dexar de ponderar las circumſtancias, que tan dignas ſon de reparo en eſte caſo, porque lo primero es cierto, que los matadores, que tan ſolicitos fueron en deſnudar alos padres, y quitarles las vidas, cuydarian muy poco de dexar cubiertos ſus cuerpos. Pues los Indios del meſmo valle de Elicura, viſto eſtà quan poca comodidad tuuieron de poderlo hazer; pues los que pudieron librarſe del cautiuerio, y muerte, que dieron aſus compañeros, hizieron harto en poder eſcapar alos montes, y aſegurar en ellos ſus vidas; demas de que el Indio herido, que hemos dicho, quedò entre los muertos, y dio quenta a Don Iuan delo que hauia paſſado; le dixo juntamente, que no ſabia quien fueſſe el que huuieſſe hecho aquel beneficio aquellos benditos cuerpos; con que al piadoſo letor le queda ſuficiente fundamento, para diſcurrir en eſto, conforme aſu piedad; y lo cierto es, que aquel Señor, que jamas ſe dexò vencer delas finezas de ſus ſieruos, no ſe oluidaria delas que eſtos ſus Evangelicos miniſtros moſtraron en eſta ocaſſion para aumento de ſu gloria, exaltacion de ſu fe, y ſalud delas almas, y no ſeria coſa agena de ſu nobiliſſima condicion honrradora delos ſuyos, que mandaſſe aſus Angeles cubrir aquellos venerables cuerpos, quando ſabemos, que les tiene mandado, que traigan aſus eſcogidos en ſus palmas, y les quiten los tropieços del camino, para que no caigan. Remitome ala diſpoſicion de ſu diuino conſejo, y prouidencia, que en eſta ocaſſion traço lo que conforme aſu maior gluria con vino, para que los cuerpos de ſus ſieruos quedaſſen enteros, y con la debida decencia, como los vio el referido Don Iuan Cayumari, el qual partio al punto a dar alos nueſtros las nueuas del ſucceſſo. Mientras eſtas llegan, y ſe diſpone lo neceſſario para poner en cobro eſte precioſo depofito, ofreſco al piadoſo letor en la eſtampa, que aqui ſe ve, repreſentada la hiſtoria de eſtas muertes, que eſtà ajuſtada lo mas viuamente, que ſe ha podido con la verdad del ſucceſſo.

CAPITVLO VI.
Lleuanſe al fuerte los cuerpos delos dichoſos Padres Martin de Aranda, Oracio Vechi, y Diego de Montalban refierenſe algunas circunstancias, que realzan ſu feliciſſimo ſin y buelueſe el padre Valdiuia a Eſpaña.

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Auiendo partido de Elicura Don Iuan Cayumari, llegò al fuerte de Paycauì con la nueua dela muerte de los padres, de q̃ iua eſte buen Indio tan laſtimado el coraçon, que luego que vio al padre Luis de Valdiuia, ſin poder pronunciar palabra, començò a dar grandes gritos, q̃ los ponia en el cielo, llorando amargamente, ſin que pudieſſe nadie acallarle, para poder contar el ſucceſſo que tenia a todos ſuſpenſos; aunque bien claro lo daua a entender con ſus ſolloços y lagrimas: el padre Valdiuia, que ſoſpechò luego lo que podia ſer; le pregunto ſi hauian muerto alos padres? aque reſſpondio baxando la cabeza, y dando vn grande grito y ſuſpiro. Causò gran dolor a todos eſte ſucceſſo, ſi biẽ mezclado con vna ſanta embidia, que moſtrauan los nueſtros de la feliz ſuerte de ſus compañeros, doliendoſe de no hauerlo ſido juntamente en ella. Deſpacharonſe luego muchos Indios delos amigos, y chriſtianos, para que truxeſſen al fuerte aquellos venerables cuerpos que hauian ſido muertos en odio dela fee, y religiõ catholica; hallaron los cubiertos de ramas, como ſe hauia viſto al principio; y emboluiẽdolos en limpios, y aſſeados lienços; los lleuaron al fuerte, donde los eſtauan eſperando, para depoſitarlos, como lo hizieron en tres ſepulturas, cerrado cada vno en ſu caxa; y las hõrras, que el dia ſiguiente ſe les hizieron, fueron, cantar vna miſſa ala Sãtiſſima Trinidad, glorificando aſu diuina Mageſtad, que tan admirable es en ſus ſantos, y eſcogidos, diſponiẽdo por
tan
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