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DEL REYNO DE CHILE.

vno, y aquellos al otro; era Guaſcar el legitimo Rey; pero no tan valeroſo, ni guerrero, como Atagualpa, que aunque baſtardo, por hauer acompañado deſde niño aſu padre en la guerra, y ſer por eſto gran ſoldado, y mañoſo, pudo a traer aſi, muriendo ſu padre, tan gran parte del Reyno, con que ſe atreuiò a hazer guerra aſu hermano, y pretendiò preualecer contra el.

Determinò el adelantado Don Franciſco Pizarro Verſe con Atagualpa, que era el que eſtaua mas cerca del lugar donde el eſtaua, y confiado en Dios, ſaliò con ſu exercito, mas grande, y poderoſo en el valor, y animo, que en el numero del ſus ſoldados; iua haziendoſe temer, y reſpetar por donde paſſaua, de manera, que en breue ſe diò a ſentir ſu fama por toda la tierra. Llegò cerca del lugar donde Atagualpa tenia plantado ſu campo, que era de mas de cinquenta mil hombres; y embiòle ſus embaxadores acauallo (que fue circunſtancia particular por ſer coſa nueua en aquella tierra) a darle raçon de ſu venida, que era el deſſeo, de que ſu Mageſtad, y ſus vaſallos conocieſſen, y dieſſen la obediencia al verdadero Rey dela gloria, de quien ſe deriua alos eſta tierra toda la poteſtad, ſeñorio, y mando, de que goçan. Reciuio Atagualpa alos embaxadores en vna mageſtuoſa tienda, y rico toldo, moſtrando en ſu compoſtura, y ſemblante ſoberana Mageſtad, y autoridad muy de Rey, y aunque tuuo la corte grande admiracion de ver los cauallos, porque nunca los hauian viſto; el ſe portò con tanta gravedad, diſimulando el afecto de nouedad, que pudo cauſarle aquella viſta, que los miraua, i bien con guſto, pero como vna coſa, que no era nueua para el: y porque començando a hazer corbetas los cauallos, huyeron algunos Indios (como quien eſtrañaua aquellos meneos, y ſaltos, por ſer tan nueuos para ellos, y temer que los atropellaſſen) los hizo matar luego, porque hauian moſtrado cobardia en ſu Real preſencia. Reſpondio alos embaxadores con agrado, moſtrando el guſto, que tendria de ver, y oir aſu Gouernador, parañ o qual ſeñalò dia, previniendoles, que no les hizieſſe nouedad, ni puſieſſe temor, el hallar para entonces armada ſu gente, porque no hauia en ello mas miſterio; que ſer aquella ſu coſtumbre, y vſança. Llegò el dia ſeñalado, y marchando con ſu exercito en orden hacia el lugar donde eſtauan los Eſpañoles, manifeſtò alos ſuyos el animo, que llebaua de acabar con aquella gente eſtrangera, que hauia tenido atreuimiento de entrarſele por ſus tierras, y acercarſelem tanto, ſin tener rezelo, ni miedo a ſus Reales armas; aunque les preuino que no los mataſſen, ſino que los prendieſſen, porque queria ſeruirſe de: ellos como de eſclauos, y los perros, y cauallos que traian, los queria offrecer en ſacrificio a ſus Dioſes: Los caſtellanos, que nos ignoraron del todo la falſa paz, que fingia, y les hauia ofrecido Aragualpa, aungue eran tan pocos, que cabian a cada vno de ellos mas de quatrocientos Indios: no deſmayaron; antes con mutuo aliento, y confiança en Dios, ſe apreſtaron ala batalla, diſponiendo todo lo neceſſario para ella, repartiendoſe en los pueſtos, conforme el ſitio, y ocaſſion lo pedia; ſi bien con diſimulo por no dar ocaſſion a que ſe entendieſſe, que la dauan ellos al rompimiento. para eſto eſtando, ya cerca Atagualpa, y el adelantado Piçarro eſperandole de paz con ſolos quince rodeleros, que le aſiſtian (porque los demas caſtellanos eſtauan retirados, y eſcondidos; le embiò vna embaxada con vn religioſo, que le lleuò los ſantos Evangelios, diziendo, que en ellos ſe contenia la ley, que de parte de Dios le traian paraque el, y los ſuyos ſe ſaluaſſen.

Oyo el Rey al religioſo, y tomando en las manos el miſſal (coſa que no hauia viſto jamas) començò a ojearle, y como no ſabia leer, juzgando que todo aquello era ficcion, y burla, los arrojò por alto, y deſcubriò el mal pecho, que traìa, y con eſto haziendo ſeñal alos ſuyos, embiſtieron contra los nueſtros, y el adelantado leuantò vna toalla (que era la ſeñal, que hauia dado a ſus ſoldados) los quales començando a diſparar la moſquetaria por vna parte, y ſaliendo los perros, y caba-
lleria
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