El canto de las sombras
LUZ DE ABISMO
No me admira, cortesana, el diván en que te aduermes, ni el aroma deleitoso de tu rojo pebetero, ni la alfombra que a tus plantas presumidas se confunde, ni las perlas que extraviaron las sortijas en tus dedos.
No me admira, aunque te sienta bellamente, no lo oculto, ese encaje desmayado sobre el raso de tu cuerpo, ni ese airón que de tus bucles impalpable ve levanta. ni esos labios oprimidos en la pausa de algún beso.
Por tejer tu regia veste, día y noche, sin, descanso, una joven, que era casta, se murió de abatimiento. Y por darte el tapizado que tus pies engalanara, al jaguar de sus malezas añoraron los desiertos.
Con delito de pirata, porque al fin al mar robaba sus tesoros, cierto buzo de las olas violó el seno por traerte finas perlas. ¿ Y quién niega que cesa noche sin el iris de las aguas las estrellas se perdieron?
Tuvo amor, como tú tienes, aquel ave solitaria que por darte el gayo adorno de tu testa, en raudo vuclo sorprendió la astuta bala. Y los bosques desde entonces en ausencia de sus trinos se enfermaron de silencio!
Y eres bella. A fuer de todo Dios te dió mucha belleza. Mas, ¿qué vate a tu hermosura comparóla con el cielo? ¿Quién cantó de tus miradas la pureza inmaculada? quién habló de tu inocencia en el alma de sus versos?