El: canto de las sombras
De su pálido sepulero
no ha de alzarse aquel abuelo, por contarme sus le- ni ya puede hallar venturas [yendas, este espíritu enervado por las brumas de la pena.
Todo ha muerto para siempre; . ya no habrá tras ese invierno, ya no habrá más prima-
- [vera!
IV . Y ora adiós, pálida sombra de un pasado venturoso, triste patio, casa vieja. ¡ Adiós, rústicas estancias! ¡Adiós, muros solitarios! ¡Adiós, lúgubre vivienda! ¡Adiós, santo enterratorio de mis últimas quimeras! ¡Adiós, tumba de mis sueños! ¡ Adiós, ruina que cantaste mi más íntimo poema! Ya no tengo en tu regazo quien me quiera, ni ya tiene objeto alguno mi presencia. Vuelvo sola, vuelvo enferma, ¡vuelvo tarde!... ¡vuelvo ajena!
v
Mas, ¿qué trae a mi memoria la nostalgia de esta senda? ¿Dónde acaba? ¿Dónde lleva? ¡El camino polvoriento del silente camposanto! ¡Oh, Señor! dáme más fuerzas; quiero andar hasta esas tumbas, allá está lo que me queda! En mitad de este vacío alguien hay que allá me espera; aunque todo me ha olvidado algo aún en este sitio de silencio me remembra...
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