El canto de las sombra:
sólo las castas niñas de aquella patria mía la tienen en sus verjas, sólo allá están las flores, humildes, deliciosas, que adornan los cabellos de aldeanas y princesas.
La voz de los ancianos, contentos, satisfechos de toda su existencia, que ríen y riendo bajaron a las huesas.
Su paso fatigado, sus ojos lagrimeantes, las canas de sus frentes ¡que tanto se respetan! Los formas encorvadas que a la oración descienden los pálidos senderos que cortan la ladera.
Paréceme aún mirarlos cual lánguidos profetas, que de la cima vuelven, después de haber oído la buenaventuranza de aquella '*Voz Suprema””.
Las noches de aquel cielo que aduerme las campiñas; sus cielos, sus estrellas, el claro de los bosques en medio de la sombra por donde va del astro la pálida silueta.
La música solemne de los nogales frescos tocados por el viento, en medio de la selva.
El canto de los montes do cada planta tiene el eco de mil cuerdas.
Mis llanos, mis montañas, mis cumbres semietéreas, los frívolos torrentes que bajan salpicando las fértiles mesetas.
La fuente... ¡oh aquella fuente que del amor acalla la historia más inmensa !
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