El aseo ante todo para sanos y enfermos; todas las mañanas se debe lavar el cuerpo y la cara, con jabón y agua tibia, ó en casos especiales con fricciones, aceites, vaselina, etc., enjuagar la boca, cepillar los dientes y peinarlo. Si hay necesidad de cambiar la ropa, debe fijarse que no esté fría, ni húmeda; sino bien seca y calentada, y si el enfermo está traspirando mucho, hay que secarlo antes de ponerle nuevamente la ropa.
Cuidadosamente puede cambiarse la camisa á la altura del cuello; después sacándola sobre la cabeza del paciente, inclinado hacia delante y luego deslizándola por los brazos.
También puede hacerse sacándola por un brazo y reemplazándola por la limpia, luego la cabeza, y por fin, el otro brazo; pero, para poner la camisa limpia se procede á la inversa cuando se trata de un brazo enfermo: este es el último en que debe sacarse la camisa y es el primero en que debe ponerse. Así, puede hacerse el aseo total del enfermo sin moverlo casi, ni desabrigarlo, ni siquiera destaparlo.
Si el enfermo debe estar sentado en la cama, se coloca detrás de la almohada, otras tantas, hasta conseguir la altura deseada, ó se pone detrás de la almohada una silla al revés ó un banco contra la pared, si no se tiene un aparato especial (lámina 111 a); así, se economizan almohadas.
Si la ropa de cama produce presión, ó se quiere resguardar una parte del cuerpo de todo peso, se usan unos arcos, ó se pone un banquito ó silla y la sábana encima, á guisa de carpa, ó se improvisa una con una caja de cartón ó sombrero viejo, que se desfonda y forma un arco para sostener la ropa de cama ó se levantan éstos con un gancho.
Con las secreciones debe observarse una limpieza muy rigurosa. Si son abundantes y repetidas se hace un colchón, cuya parte central se renueva