se distribuye por vasos á impulso del corazón, después de haber sido purificada en los pulmones por la introducción de gas oxígeno del aire indispensable para la vida, y por esto debe ser renovado constantemente. Esta sangre es producida por la transformación alimentos que el hombre toma para ser elaborados por el estómago, intestinos y órganos anexos, para luego ser absorbidos y llevados sin cesar al torrente circulatorio; pero que no sirve si no está bien oxigenada.
Los huesos forman el esqueleto (lám. 1 a, b y c) ó armazón del cuerpo; son duros, resistentes y perdurables, cubiertos de una membrana: el periosto.
Los huesos sostienen las partes blandas y delicadas, rodean y protegen los órganos esenciales de la vida, (cerebro, médula espinal, corazón, pulmones, entrañas, etc.) y producen los movimientos por medio de las artículaciones y de los músculos. El esqueleto (lámina 1 a, b y c) está formado por doscientos huesos y se compone de las partes siguientes: cabeza, tronco y extremidades (lám. 1 a, b y c).
Los huesos, según su forma, se dividen en largos, planos y cortos.
Los largos se encuentran en las extremidades superiores é inferiores : clavícula, húmero, radio, cúbito, femur, tibia, peroné, falanges, etc., y son los que se rompen (fracturan) más fácilmente y por lo tanto, son los que más nos interesa conocer. Los planos: huesos del cráneo, costillas, ilíacos, etcétera, son más difíciles de fracturar y rodean órganos importantes, como corazas. Los huesos cortos: vértebras, huesos del carpo, tarso, etc., necesitan una enorme fuerza para romperse.
Los huesos en la niñez son blandos y flexibles, como el cartílago, doblándose en vez de romperse; con la edad ó las enfermedades se vuelven duros y calcáreos, haciéndose frágiles; por esto se pro-