Página:Gregorio XVI In supremo apostolatus fastigio.pdf/1

Esta página ha sido corregida
DE SU SANTIDAD
GREGORIO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
Papa XVI.
CARTA APOSTÓLICA
DEL
COMERCIO DE ESCLAVOS
QUE NO DEBE EJERCERSE
[ARMA. ]
ROME - TYPIS COLLEGII URBANI.-- 1840
_________________
GREGORIO XVI,
Para futura memoria

Elevados al supremo ministerio del Apostolado, y ejerciendo sin mérito Nuestro el lugar de Jesucristo, Hijo de Dios, que por su sublime caridad se hizo hombre y se dignó morir por la redención del mundo, hemos considerado deber de Nuestra solicitud pastoral trabajar para apartar completamente a los fieles del indigno mercado de los negros y de cualquier otro ser humano. En verdad, desde que comenzó a difundirse la luz del Evangelio, la condición de aquellos miserables caídos en una durísima esclavitud, sobre todo a consecuencia de las numerosas guerras comenzó a aliviarse considerablemente. Los Apóstoles, inspirados por el Espíritu divino, enseñaron a los esclavos a obedecer a sus amos carnales como a Cristo, y a cumplir voluntariamente la voluntad de Dios, pero luego impusieron a los amos que actuaran humanamente con los esclavos para darles lo que era justo y equitativo; y a no amenazarlos, sabiendo que tenían en común con ellos un Maestro en el cielo, y que junto a Dios no hay discriminación de personas[1]. Como se predicaba universalmente una caridad sincera hacia todos como ley evangélica, y como Cristo el Señor había declarado que consideraba hecho a sí mismo, o negado a sí mismo, lo que había sido hecho o negado a los más pequeños y necesitados[2], fácilmente se sigue que los cristianos no sólo consideraban a sus esclavos como hermanos, especialmente a los que eran cristianos[3], pero muchos también eran orientados a conceder la libertad a quien la merecía: lo que se acostumbraba hacer especialmente con motivo de las solemnidades pascuales, como recuerda Gregorio Niseno[4]. No faltaron quienes, animados por la caridad más ardiente, "se entregaron espontáneamente a la esclavitud para redimir a otros". Nuestro predecesor apostólico Clemente I, varón de santísima memoria, da fe de haber conocido a muchos de estos [5]. Por lo tanto, con el paso del tiempo, habiéndose disipado más ampliamente la lobreguez de las supersticiones bárbaras y habiéndose mitigado las costumbres incluso de los pueblos más salvajes bajo la influencia de la caridad cristiana, llegó al punto de que desde hace varios siglos ya no hay esclavos entre muchos pueblos cristianos. Pero entonces, y lo decimos con inmenso dolor, han surgido, en el mismo ambiente de los fieles cristianos, algunos que, cegados por el ansia de una sucia ganancia, en regiones lejanas e inaccesibles esclavizaron indios, negros y otras miserables criaturas, o, con un comercio cada vez mayor y organizado, no dudaba en alimentar la indigna compra y venta de los que habían sido capturados por otros. Numerosos Papas de venerable memoria, Nuestros Predecesores, como deber de su ministerio nunca dejaron de condenar este crimen, contrario a la salvación espiritual de quien lo comete, y deshonroso al nombre cristiano, previendo que las tribus de los infieles serían siempre confirmada más en el odio contra Nuestra verdadera Religión.

  1. Ef 6,5ss; Col 3,22ss; Col 4,1
  2. Mt 25,35
  3. Lactantius Divin, Institution. Lib. V, c. 16. Tom IV, Biblioth. Veterum Patrum Venetiis a Gallandio editac. pag. 318.
  4. De Resurrect, Domini , Orat. III, tomo III, pág. 420, Operum edit. Parisiensis anni 1638
  5. Ad Corinth., ep. I, cap. 55 Tom. I, Bibl. Galandii p. 35.