La admirable dulzura que distingue á la lengua italiana entre las demás vivas, es la calidad que prevalece en ella en medio de las muchas que posee; y debe esta no precisamente á sus palabras, sino á la mecánica estructura de ellas, á la singular combinación de las letras con que están formadas, á las dulces inflexiones y gratas terminaciones que la hacen musical, y á la proscripcion de sonidos ásperos ó disonantes de que adolecen las lenguas septentrionales.
Aun en español tenemos muchas palabras, y en particular las tomadas del árabe, cuya pronunciacion, tal vez ingrata al oído, es tan dificil para un extrangero, que con dificultad puede avenirse con ella; mientras que el alfabeto italiano, purgado de todos los sonidos capaces de perjudicar la suavidad y dulzura de las palabras, nos ofrece una gran facilidad en su articulacion. Así que las letras k, w, x, y; las combinaciones de ph, bs, pt, ct; y los sonidos guturales de nuestra jota y de las sílabas ge, gi, no existen en el idioma italiano ó por superfluas ó por contrarias á su grata armonía.
Las palabras italianas, á excepcion de muy pocas, acaban en vocal, y esta debe pronunciarse muy claramente por ser las mas veces el medio de distinguir el género, el número ó la persona.
Por lo tanto en italiano es un principio incontestable que la pronunciacion no debe separarse jamás de su ortografía; y que esta debe dictar aquella con toda exactitud. Debe pues hacerse sentir cada una de las consonantes cuando estas se hallan dobles, y es preciso que la pronunciacion declare fielmente la diferencia entre fato ó fatto; note, ó notte; pena, ó penna; steso, ó stesso; etc.; porque como dice Salviati[1]: Il vero e primiero e general fondamento dello scriver correttamente, è che la scrittura seguiti la pronunzia.
- ↑ Avvert, lib. 3, cap.2., partic. 5.