No era su prosapia alcurniada ni de linajudo abolengo, si bien su padre D. Manuel, ocupaba un puesto distinguido en la Armada española.
Del feliz ingerto de sangre andaluza y americana, brotó aquella notabilísima mujer, admirada de sus contemporáneos y glorificada por las generaciones que le sucedieron.
Revelóse poetisa de altos vuelos, desde su infancia. A los seis años, compuso sus primeros cantos de dolor á la memoria del que fué autor de sus días y á los siete, cuando apenas sabía leer, dictaba á sus compañeras versos que, á pesar de su incorreción y desaliño, presagiaban su futura gloria.
Es también fama que, á los ocho años compuso un cuento de hadas con el título «El Gigante de Cien Cabezas» y, sólo tenía nueve, cuando se dió á conocer por primera vez al público.
El atrasadísimo estado en aquella época de la instrucción en el Camagüey, dificultó sin duda el desarrollo del poderoso entendimiento de Gertrudis; pero la aplicación de la niña salvó todos los inconvenientes y en temprana edad pudo consagrarse al estudio de los clásicos, supliendo su talento á la falta de maestros.
Sabía de memoria á los doce años y explicaba los mejores trozos de Quintana, Arriaza,