La angustia, el anhelo, la zozobra de su alma, minaron su antes exuberante salud, y hubo necesidad de acudir á la ciencia, la cual se declaró impotente para atajar los estragos cansados por la intensa melancolía.
En tal estado, una imprudencia, una indiscreción, vino á asestarle un rudísimo golpe, que anonadó su razón.
La casa armadora, noticióla sin preparación alguna y cumpliendo un trámite comercial, la desaparición del Avante y de toda su tripulación.
Dolores, la hermosa, la sin par Dolores, enloqueció.
Perdida la razón, recobró energías corporales y abandonando el lecho, dióse á preparar la casa para recibir á su amado Ricardo. Era su extraña pero inofensiva locura, la de suponer que la noticia de los armadores, referíase á la próxima, inminente llegada de su esposo, y con este motivo, abrió puertas y balcones, despojó muebles y cuadros de sus fundas; descubrió el piano, tañéndolo con arrebatos de profunda alegría; adornábase con sus mejores vestidos y joyas; arreglaba, sonriente, sus cabellos. y aderezaba su rostro con afeites y esparcía perfumes, para así agradar á su Ricardo, que no tardaría en estar en su presencia.
¡Pobre Dolores! Así permaneció un año, cau