Ningún ruído extraño turba en el santuario la armonía del sacrificio divino.
El incienso y los acentos del órgano, suben, como la oración, al cielo.
Las procesiones religiosas ofrecen también en Centro-América más de una especie de interés.
Estas solemnidades no tienen ya, á la verdad, la magnificencia que antiguamente impresionaba al vulgo.
Pero, por más que hayan perdido con el progreso de las luces y con una fe libre de supersticiones todo aquél gratuito acompañamiento, de tarascas, de gigantes autómatas, de bailes de moros y cristianos, y otras demostraciones, no por eso han dejado las procesiones, de conservar un carácter original, y la ávida concurrencia del pueblo y especialmente, de las mujeres, demuestra bastante que las fastuosas manifestaciones del culto católico han de conservar todavía largo tiempo su prestigio.
Por una de aquellas anomalías que son comunes á ciertos Estados democráticos de Nuevo Mundo, existen en Centro-América, á despecho de las instituciones igualitarias, fuertes demarcaciones entre las razas que forman la sociedad.
El desprecio del blanco por el indio y el odio de éste por el hombre de sangre azul, son la tradición fundamental de la Conquista.
Más tarde la fusión de estas dos razas, dió