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ALBERTO GHIRALDO

quizá avergonzados por la presencia de aquel antiguo camarada que me hacía revivir toda una época.

— Vamos, cuéntame !qué es de tu vida! ¿en qué te ocupas? ¿qué has hecho? Y le hablaba, olvidándome de la sorpresa del encuentro, de la impresión que me causaran sus modales. su jerga imposible y su chambergo requintado sobre la frente.

Lo acosaba á preguntas que no esperaban contestación, y, sin dejarle articular una palabra, le inquiría datos, sobre los antiguos compañeros.

Le hablaba de nuestros profesores, del maestro Chapa á quien había visto hacía algunos días, aquel alemán malo como un dolor, eterno fantasma de los discípulos y cuya voz estentórea, que imprimía orden y silencio, era