Página:Gesta - Alberto Ghiraldo.pdf/68

Esta página ha sido validada
70
ALBERTO GHIRALDO

ayudados por la labor misteriosa de un cerebro meditativo.

Por ello á medida que el tiempo huye,—diríase como un traidor eterno que hiriéndonos vá á mansalva,—veo surgir en mi imaginación, con rasgos cada vez más acentuados, la figura de la pobre muchacha que en un riente amanecer de primavera, tal como el de hoy, se extinguía voluntariamente, agonizaba en su lecho blanco, muy blanco—¡oh glaciales mortajas!—mientras afuera, potente, soberano, parecía que vibraran, en orquestación colosal, las notas de un himno cuyo título podría escribirse repitiendo: Vida! Vida!

II

Ella servía en la casa. Su juventud y su bondad habíanle conquistado el afecto y la estimación de la familia á cuyo lado,—flor gallarda, por cierto,— fué formándose atando su destino.

Cuando una mala racha azotó el hogar, ella también fué víctima y sucedió entonces que la alegría de sus ojos,