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GESTA
te de su marido hay que descubrir un crimen; una mano traidora le ha arrancado la vida. Ella es la acusada.
De la triste Necrópolis es exhumado el cadáver. Se le saja el vientre; se le arrancan las vísceras y el análisis químico habla: hay ulceración arsenical. El imbécil delator tiene razón.
Huye la tarde. Las lujosas manijas de bronce golpean en la madera dura y lustrosa y el cadáver es de nuevo acostado en su nicho.
Y la justicia ha terminado su primera misión.
V
Pasan los días. Alicia es llamada á declarar. Serena y altiva al principio hace dudar á los jueces. Despues se confunde. Cae en contradicciones. El imbécil delator la apura en sus interro-