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ÓPIMAS MIESES

L

a tierra herida parece gemir bajo la ancha hoja victoriosa que se hunde en su entraña. El arado se abre camino haciendo á un lado la maleza segada el día antes. En lo alto del carro de hierro va el conductor.

Atras, siguiendo el surco, la mano ágil del sembrador arroja la semilla como una lluvia de oro. Se abre la mano y el grano de trigo cae para ser cubierto después por el humus fecundante.

Hay mucha luz en el aire. La atmósfera tiene una transparencia de cristal