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III

Encontrar muerto á un mendigo, ya sea en el bulevar ó en su covacha, es algo tan general que á nadie asombra ni conmueve. Sin embargo, aquel cuerpo herido, que amaneció rígido, la cara contraída en una mueca horrible, fuera del estante de tablas que le servía de lecho, llamó la atención de los vecinos. Uno de estos, joven y locuaz, insinuó una acusación diciendo: este hombre tenía ayer dinero. Él me lo anunció agregando: ya tengo para mortaja... Han querido robarle y lo han asesinado.

Esto era una suposición lógica, que resultó infundada como sabéis, lector, pero que consiguió prosélitos, pues eran muchos los detalles que concurrían á hacerla viable.