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La heteronomía de la voluntad como origen de todos los principios ilegitimas de la moralidad.

Cuando la voluntad busca la ley, que debe determinarla, en algún otro punto que no en la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por lo tanto, cuando sale de sí misma a buscar esa ley en la constitución de alguno de sus objetos, entonces prodúcese siempre heteronomia. No es entonces la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino el objeto, por su relación con la voluntad, es el que le da a ésta la ley. Esta relación, ya descanse en la inclinación, ya en representaciones de la razón, no hace posibles mas que imperativos hipotéticos: 'debo hacer algo porque quiero alguna otra cos. En cambio, el imperativo moral y. por tanto, categórico, dice: de bo obrar de este o del otro modo, aun cuando no quisiera otra cosa. Por ejemplo, aquél dice: "no debo mentir, si quiero conservar la honra. Este, empero, dice: no debo mentir, aunque el mentir no me acarree la menor vergiienza*.

Este último, pues, debe hacer abstracción de todo objeto, hasta el punto de que este objeto no tenga sobre la voluntad el menor influjo, para que la razón práctica (voluntad) no sea una mera administradora de ajeno interés, sino que demuestre su propia autoridad imperativa como legislación suprema. Deberé, pues, por ejemplo, intentar fomentar la felicidad ajena, no porque me importe algo su existencia-ya sea por inmediata incli-